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ALCIBÍADES. —Sin duda.

SÓCRATES. —¿Se sirve igualmente de sus ojos al cortar?

ALCIBÍADES. —Ciertamente.

SÓCRATES. —¿Estamos de acuerdo en que el que se sirve de una cosa es siempre diferente de la cosa de que se sirve?

ALCIBÍADES. —Estamos de acuerdo.

SÓCRATES. —Por consiguiente, ¿el zapatero y el tocador de lira son otra cosa que las manos y los ojos de que ambos se sirven?

ALCIBÍADES. —Es claro.

SÓCRATES. —El hombre se sirve de su cuerpo.

ALCIBÍADES. —¿Quién lo duda?

SÓCRATES. —¿Y lo que se sirve de una cosa es diferente que la cosa de que se sirve?

ALCIBÍADES. —Sí.

SÓCRATES. —El hombre, por consiguiente, es otra cosa que su cuerpo.

ALCIBÍADES. —Lo creo.

SÓCRATES. —¿Qué es el hombre?

ALCIBÍADES. —Yo no puedo decirlo, Sócrates.

SÓCRATES. —Por lo menos podrías decirme, que el hombre es una cosa que sirve del cuerpo.

ALCIBÍADES. —Eso es cierto.

SÓCRATES. —¿Hay alguna cosa que se sirva del cuerpo más que el alma?

ALCIBÍADES. —No, no hay más que el alma.

SÓCRATES. —¿Es ella la que manda?

ALCIBÍADES. —Ciertamente.

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