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ALCIBÍADES. —Así parece.
SÓCRATES. —Aquí tienes la razón de por qué he sido yo el único que no te ha abandonado y que permanece constante, después que aparece marchita la flor de tu belleza y que todos tus amantes se han retirado.
ALCIBÍADES. —Gran placer me das, y te suplico que no me abandones.
SÓCRATES. —Trabaja sin descanso con todas tus fuerzas para hacerte mejor.
ALCIBÍADES. —Trabajaré.
SÓCRATES. —Al ver lo que sucede, es fácil juzgar que Alcibíades, hijo de Clinias, jamás ha tenido, y aun ahora mismo no tiene, más que un único y verdadero amante; y este amante fiel, digno de ser amado, es Sócrates, hijo de Sofronisco y Fenarete.
ALCIBÍADES. —Nada más verdadero.
SÓCRATES. —¿No me dijiste, cuando me avisté contigo y antes de que yo te hiciera prevención alguna, que tenías intención de hablarme para saber por qué era el único que no me había retirado?
ALCIBÍADES. —Así te lo dije, y es muy cierto.
SÓCRATES. —Ahora ya sabes la razón, y es que yo te he amado a ti mismo, mientras que los demás solo han amado lo que está en ti.