Читать книгу Ser padre con san José. Breve guía del aventurero de los tiempos posmodernos онлайн

32 страница из 49

A mí me llevó tiempo admitir que no era hijo de Darth Vader ni de Nietzsche, ni tampoco de san Agustín. Fue necesario que me convirtiera en esposo y padre. En cuanto les di la espalda a mis padres para inclinarme sobre mi primer hijo, se me cayeron las escamas de los ojos. Entreví lo que ellos habían sido para mí. Sentí reverberar en mí su entrega sin retorno… sin otro retorno que el de empujarme a seguir avanzando, recomenzando junto con mi mujer la aventura de los orígenes.

La memoria del hijo no llega tan lejos como para pensar en la herencia. Una reflexión como esta exige una memoria de adulto e incluso de anciano… poco antes de perder la memoria, claro. Se materializa en la misión del padre. Al abrazar a su hijo, abraza la experiencia de todos los padres que lo han precedido: esos hombres que han llegado hasta él y se han retirado en la sombra.

8. Partiendo de esta toma de conciencia, yo soy hijo de mis hijas y de mis hijos. «Padre» es un sustantivo de relación. Sin hijo (y sin mujer) no hay padre. Si consideramos estas palabras en su significado más auténtico, padre e hijo son concomitantes, y no sucesivos. El padre va antes que el hijo según el origen, antes de ser padre según el tiempo. En mi caso, nací como padre a los treinta y un años, en Brignoles, en Var, en algún punto entre un test de embarazo y un funcionario del ayuntamiento. Y, como los hijos son muy distintos entre ellos, he vuelto a ser cada vez —y cada vez más mayor— un padre recién nacido. Y, como las edades de la vida se suceden y no se parecen las unas a las otras, porque el adolescente no tiene nada que ver con el niño, nunca he llegado a adquirir mi paternidad de manera definitiva. Cada revolución hormonal o social la obliga a transmutarse.

Правообладателям