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Fluxus comparte con el Happening la idea de vivencia de un acontecimiento, pero presenta características propias que le confieren identidad propia. En primer lugar, el carácter más improvisado de su desarrollo, sin un guión previo excesivamente elaborado. En segundo, el peso que tiene la música o los sonidos en su desarrollo, combinados con teatro y artes plásticas. Finalmente, el espectador no suele tener un protagonismo activo, sino que es mero receptor.

El papel del elemento sonoro hace que las actividades de Fluxus se denominen «conciertos», pero no son conciertos convencionales. Se busca hacer aflorar en el público la vitalidad a través del mundo sonoro y demás elementos integrantes. Algunos de sus principales representantes intentaban transmitir al espectador su visión inconformista de la vida. Las actuaciones no pretendían aportar placer auditivo o relax mental, sino concienciar al público de las contradicciones de los valores consolidados de la sociedad del momento.

El movimiento se caracteriza por su marcado carácter anticomercial y por su deseo de superar los convencionalismos y lenguajes artísticos del momento. Sus objetivos no son estéticos, sino sociales, buscando la eliminación progresiva de las bellas artes y del objeto artístico tradicional, al que consideraban como un mero artículo comercial. Su reacción contra los modos tradicionales de hacer arte la podemos apreciar en la elección de los materiales sonoros que utilizaban. Los compositores colaboraron con escritores y artistas para diseñar un continuo de notas musicales, especie de partitura, que luego era interpretada de manera individualizada y libre en los conciertos. Junto a la partitura había instrucciones para llevar a cabo las acciones y los diálogos pertinentes. Con ello se conseguía superar los límites tradicionales entre música, plástica y literatura.

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