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GEORGE MACIUNAS, Manifiesto Fluxus, 1963

Los distintos manifiestos que fueron apareciendo de la mano de George Maciunas permitieron un cierto grado de conceptualización de Fluxus. En el Manifiesto de 1963 se expone claramente el deseo de recuperar el radicalismo de las vanguardias históricas de principios de siglo, buscando «purgar el mundo del arte muerto» comercial, que se considera síntoma de «enfermedad burguesa», para poner en valor el «arte vivo», que él equipara con la realidad concreta. Se buscaba convertir el arte no en una profesión, sino en una forma de vida, en un antiarte.

En el Manifiesto de 1965, Maciunas defiende que «el estatus no profesional del artista en la sociedad debe demostrar la dispensabilidad e inclusividad del artista, debe demostrar la autosuficiencia del público, debe demostrar que todo puede ser arte y cualquiera puede hacerlo. Por lo tanto, el arte-diversión debe ser simple, divertido, no pretencioso, preocupado por las insignificancias, que no requiera habilidades o ensayos interminables, que no tenga valor ni institucional ni como mercancía. El valor del arte-diversión debe reducirse haciéndolo ilimitado, producido en masa, obtenible por todos y eventualmente producido por todos». Todo un alegato en contra del arte de élite, comercial y complejo que funcionaba en el momento. Aquí reside uno de los elementos más significativos de Fluxus, el poner en valor acciones basadas en hechos cotidianos, que hasta ahora no había despertado gran interés entre los artistas. De esta manera conseguían aproximarse a un arte cercano a la vida.

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