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Por este motivo, parece que la antropología del arte puede separarse del estudio de las instituciones artísticas o «mundo del arte», por lo menos provisionalmente, lo que implica la necesidad de reconsiderar la proposición que adelantábamos antes. Argumentar que hemos de ver los objetos de arte como «personas» para abarcarlos en una teoría «antropológica» del arte parece una noción muy extraña, pero solo si uno no tiene en cuenta que históricamente la antropología ha tendido a desfamiliarizar y relativizar el concepto de «persona». Desde su nacimiento, se ha ocupado típicamente de las relaciones peculiares entre las personas y las «cosas» que, de alguna manera, «parecen» personas o cumplen la función de estas. Tylor anunció este tema básico por primera vez en Primitive Culture (1875) [en español, Cultura primitiva], donde trataba el «animismo» –atribuir vida y sensibilidad a cosas inanimadas, plantas, animales, etc.– como característica fundamental de las culturas «primitivas», si no de la cultura en general. Frazer retomó precisamente esta línea en sus voluminosos estudios sobre la magia simpática y por contagio. Los mismos puntos surgieron, si bien de manera distinta, en el trabajo de Malinowski y Mauss, en relación con el «intercambio», así como la magia, clásico de la antropología sobre el que también escribieron prolíficos estudios.