Читать книгу La Unión Europea. Historia de un éxito tras las catástrofes del siglo XX онлайн
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Desde luego el refuerzo de los instrumentos, del euro y del BCE exige reformas en profundidad de las propias instituciones de la UE, y por supuesto requiere la cooperación e iniciativa de los estados miembros que quedan tras la desconexión británica. Las reformas conciernen a elementos de alta sensibilidad electoral, a la que se atienen los gobiernos de los estados miembros, como no puede ser de otro modo. De ahí, la homogeneización fiscal, objetivo contenido en los tratados pero siempre sometido a las presiones correspondientes resultado de la volubilidad electoral interna. Reformas asimismo en la productividad, con el objetivo de tender a igualar (por arriba, no se olvide) el nivel de competitividad de las economías cada vez más integradas. Supone, también, la existencia de acciones eficaces para que las infraestructuras comunes alcancen la totalidad del territorio de la UE.
Estas reformas en profundidad requieren la construcción de una pedagogía democrática que implique a la ciudadanía en los objetivos, que la convierta en agente cómplice de una nueva etapa de la construcción europea. Se ha subrayado con reiteración la desafección ciudadana, su desconocimiento de las instituciones y su funcionamiento; en la UE constituye una amenaza que se une a un descrédito generalizado de la política como instrumento para resolver los conflictos humanos. Ambas desafecciones convergen en el tiempo y en el espacio, y se agregan a los efectos letales de la crisis sistémica, que más allá de los repugnantes efectos se contamina con la sustitución de los valores republicanos por los valores del mercado desregulado. Si se reprocha, con fundamento, el resultado de aplicar el mercado a la sociedad postsoviética, las propuestas que ahora emergen como universales consagran la economía mafiosa, con el corolario de la admiración por parte de la ciudadanía infectada y vulnerable.