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Vivo en el 5º y siempre subimos en el ascensor. Mi amigo Gonzalo vive en el 2º y sube andando a su casa sin esperar. En el portal hay una rampa al lado de las escaleras. La usamos los niños para bajar sentados resbalando cuando no nos ven. Es muy empinada. Mi madre dice que el carrito de la compra se dispara y que Nico corre peligro de volcar si le baja por la rampa sentado en su silla. “¿Para qué hacen una rampa que no sirve para nada?”, pregunta mi madre casi todos los días cuando sube los escalones del portal cargando con Nico dormido en la silla. Si papá viene con nosotros siempre responde lo mismo: “porque es obligatorio que haya una rampa”.

Cuando entramos por el garaje no hablan de la rampa. Protestan porque la luz siempre dura poco y se apaga justo cuando estamos sacando las cosas del maletero. Mamá dice: “¡vaya por Dios!” y busca el interruptor a tientas, como cuando jugamos a tinieblas. Papá dice cosas de esas que no se pueden repetir.

En la puerta de enfrente viven Marigel y Fernando. Tienen una hija y un hijo que ya no van al colegio. La mayor es Miriam y siempre vuelve de esquiar con la cara muy morena y un gorro en la cabeza. Manuel tiene un patinete y va a la facultad subido en él. Papá dice que ya no tiene edad para esas tonterías. Creo que a mí no me van a dejar usar el patinete hasta tan tarde. Por eso Nuria saca el carnet de conducir. Cuando mis padres se encuentran con mis vecinos se paran mucho tiempo porque son amigos. Cuando nació Nico vinieron a casa a conocerle y me trajeron dos cuentos de regalo que ahora son de Nico.

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