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Allí, agazapados al filo de la madrugada, veríamos llegar un coche pequeño y oscuro que avanza lentamente a lo largo de la valla, pasa ante la entrada principal, se detiene a unos cincuenta metros y apaga las luces. Unos segundos después, se oye un portazo y surge una sombra que avanza hacia el portón de hierro, apenas iluminado por la débil luz de un farolillo. Se trata de un hombre, a juzgar por su figura y sus movimientos. Viste completamente de negro, lleva puesto un verdugo que le cubre la cabeza y sostiene en la mano una caja de plástico de las que se usan para transportar botellas de cerveza. Se acerca al portón. Deja en el suelo la caja, se sube encima como para escalar el muro, inicia el movimiento y se detiene. Se baja, se acerca a la puerta pequeña que hay junto al portón. No se ve bien lo que hace. Parece que prueba a ver si está abierta o hurga en la cerradura. Finalmente, la puerta se abre y el hombre entra. Sigue cayendo una lluvia tenaz.

Apenas habríamos podido ver su figura silenciosa avanzando hacia la casa. No oiríamos el ruido que hizo al abrir o forzar la puerta de la cocina, ya que la lluvia al caer sobre las tejas y los truenos lejanos ocultan cualquier sonido menor. Tampoco podríamos ver los reflejos intermitentes de su linterna a través de los ventanales de la planta baja ni en los dormitorios de la superior, pues las persianas estaban bajadas y las cortinas corridas. Habríamos oído, probablemente, el sonido sordo de dos disparos de un arma de pequeño calibre, distanciados entre sí algo menos de un minuto, aunque quizá no lo hubiéramos asociado con el de un arma de fuego. No sé si habríamos oído los ruidos producidos por algunos muebles, cajones y cuadros al caer o cristales al romperse, pues la casa estaba lejos de la entrada de la finca y el sonido de la lluvia era fuerte y persistente. Habríamos visto finalmente salir al hombre de negro por la puerta pequeña, que abrió desde dentro, y observado cómo se dirigía hacia el vehículo oculto algo más allá. Oiríamos cómo se cerraba la puerta del coche y se accionaba el motor de arranque. Veríamos pasar el coche a lo largo de la valla y desaparecer tras el destello rojo de los frenos al llegar al cruce de la pista.

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