Читать книгу La transición española. Una visión desde Cataluña. Tomo I онлайн

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En julio de 1973, en un artículo publicado desde París titulado «Els Feixistes en Acció», la Asamblea denunció que algunos detenidos en los locales de la Dirección General de Seguridad (DGS) en Madrid fueron víctimas de agresiones, al parecer preparadas por inspectores de la Brigada Político Social que, dirigiéndose a los calabozos, golpearon con barras de hierro a los detenidos indefensos, en particular al obrero de la construcción de Madrid, Tranquilino Sánchez Alvarados y algunos jóvenes más. En declaraciones posteriores, el coronel Blanco, responsable de la DGS, afirmó haber perdido el control de la situación. Posteriormente, al ver el presidente del Tribunal de Orden Público, Jaime Mariscal de Gante, el lamentable estado de los detenidos; declaró el inmediato ingreso en Carabanchel de estos, aunque la orden no llegó a realizarse por la disconformidad del director de la cárcel. Finalmente, este incidente fue resuelto por el acostumbrado silencio gubernativo.

Frente a estos acontecimientos, la valoración del SCPAC fue la innegable y absoluta cooperación del mundo obrero con la Asamblea. La clase trabajadora, que era la abanderada en las manifestaciones de cierto relieve en toda España, debía tener su lógica relación con todo tipo de movimiento político favorable a sus intereses. Sin embargo, lo que no estaba tan claro era si se perseguían los mismos objetivos. Veamos la respuesta de un amigo del exiliado Pere Ignasi Fages después de haber visto un reportaje clandestino de la manifestación de Sant Cugat: «Bien, veo que hay muchos obreros. Y de catalanes, ¿cuántos hay?»340.


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