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Si crees que algún amigo, familiar, o una persona cercana a ti, se está equivocando y quieres ayudarlo a despertar, seguramente esta persona, si lo haces caer en la cuenta de su comportamiento, se alejará, pero no lo estás perdiendo, bastará que él, o ella, recorra su propio camino, pues la herida no sana con el tiempo, ni con el alcohol, ni con otro clavo, la herida cicatriza cuando la entiendas: en unos años se reencontrarán y serán verdaderamente amigos. Así es: las cosas bonitas se demoran en el tiempo, nada es instantáneo, la vida no funciona así, todo es un proceso.

Recuerdo una experiencia cuando era joven: estaba compartiendo en una piscina con unos amigos, uno de ellos se acercó a mí y me dijo: “Juan, tienes brazos de niña”. Una vez lo escuché tuve dos opciones, enojarme con él o sacar el mejor partido del momento. Este fue un momento culmen en el desarrollo de mi vida. Salí de la piscina inmediatamente a mirarme al espejo, y efectivamente mis brazos eran como él los describía. En ese entonces vivía cerca a un parque donde las personas frecuentaban y hacían ejercicio de barras dominadas. No puedo negar que me encontré algo afectado con este comentario. Hoy me doy cuenta de que el comentario de mi amigo traía consigo una valiosa oportunidad. Yo tenía resistencia a asistir al parque porque me podían ver otras personas. Entonces, percatándome de que el parque estuviera solo, comenzó mi proceso de ejercitarme a nivel físico. Empecé a hacer un ejercicio por agarre. Uno de pecho, uno de bíceps, de espalda y de tríceps. Hacía series de a uno. Al día siguiente, la sensación de rompimiento de fibras era indescriptible. Al séptimo día, a la primera semana de realizar los ejercicios constantemente, sentí los primeros cambios en mi vida. El cuerpo me dolía, pero mi mente se fortalecía. Lo decimos en clase: al principio el cambio es doloroso, resistido, y al final la satisfacción es total. Pasaron dos, tres, cuatros semanas y cuando pasaron estas cuatro semanas extraordinarias, logré quitarme la camisa llegando a este parque que anteriormente visitaba cuando nadie me veía. Ahora me trasladaba desde mi casa hasta el parque sin camisa, repleto de satisfacción porque mis brazos ya habían tomado forma. Ahí comenzó una nueva etapa de mi vida.

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