Читать книгу España y su mundo en los Siglos de Oro. Cronología de hechos políticos y culturales онлайн
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Los mejores ejemplos de la monarquía absoluta en el siglo XVI fueron Francia y España. Quizá más que en ningún otro país, los reyes franceses tuvieron un poder absoluto que estaba reconocido en el derecho y fundado en la creencia de que Dios les delegaba directamente el poder. Sólo tenían que responder ante él. Además de los atributos mencionados antes, el rey de Francia era el jefe religioso, convocaba a los concilios, custodiaba los bienes materiales de la Iglesia y la defendía en contra de las herejías.
En España, con el ascenso de Carlos V al poder, los reinos peninsulares y las colonias americanas se unieron dentro de un poder central, aunque algunas regiones conservaban sus características individuales y su organización propia. El proyecto imperial absolutista de Carlos V se fundaba en un triple principio: la ordenación mundial, la concordia entre los hombres y la defensa de la fe católica. Este último principio se convirtió, bajo el reinado de Felipe II, en el eje de la monarquía española, que, de haber sido europeísta y abierta, se volvió hermética a las dos grandes fuerzas que surgían en ese momento –el racionalismo filosófico y la burguesía capitalista– y se aisló del resto de Europa.