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El paso del público a la humanidad solo es posible por la obra. Si el objeto estético espera del público no solo su consagración, sino su cumplimiento, inversamente el público espera de la obra su promoción a la humanidad. El objeto estético aporta al público tanto como él mismo recibe de él: el público le debe el ser público y el elevarse a lo universal. Y entiéndase bien, no podría constituirse como tal si la obra no actuase primeramente sobre el individuo y no le invitase a la atención y al respeto. Ya veremos con más detenimiento todo esto al estudiar la percepción estética. Pero era necesario evocar antes este hecho acerca del público dado que amplía de alguna manera la acción que la obra ejerce sobre el individuo, y porque es característico del objeto estético: los otros objetos no tienen público, o, si lo tienen, no es desde luego un público comparable al de la obra de arte. Este hecho del público nos habrá vuelto más sensibles a la ambigüedad del estatuto del objeto estético, que es a la vez un para-nosotros y un en-sí.

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