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Pero no puedo dejar de mirar al yeti y cómo encandila a los presentes sin ningún esfuerzo. Hace que todos se giren hacia él como las flores se vuelven hacia el sol. Lo adoran. ¿Por qué?

Mientras pienso en la respuesta, él deja la frase a medias para mirarme con esos ojos verde esmeralda tan sexys y desconcertantes y me guiña un ojo.

Entonces, todos se giran en mi dirección.

Me arde la cara. Ser el centro de atención hace que me pique la piel.

Él prosigue con su historia y deseo que me trague la tierra, pero en ese momento alguien se pone a gritar nombres por un megáfono.

—Penelope Carpenter. Preséntate en la puerta roja para ir al confesionario.

Miro a Shveta.

—¿Confesarme? Pero si no soy religiosa…

—No, no. Yo lo acabo de hacer. No te preocupes, no da miedo. Te encierran en una habitación y te graban mientras respondes algunas preguntas, como por qué estás aquí, cuáles han sido tus primeras impresiones, de qué crees que tratará el programa, quién crees que es tu mayor rival, etc.

No, parece que no da miedo, pero bien que me he asustado cuando aquella mujer me ha puesto la cámara en la cara antes.

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