Читать книгу Cuarenta años y un día. Antes y después del 20-N онлайн

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En la presentación de las imágenes, nada delataba el menor atisbo de crítica hacia el dictador, y por consiguiente de voluntad desmitificadora, sino que, muy al contrario, en los textos se leía una deferencia que contrastaba fuertemente con el contenido de las imágenes, e incluso hoy en día Jaime Peñafiel defiende la publicación de estas fotografías que en su época suscitaron polémicas en nombre de un supuesto combate contra la distanasia, al igual que el que se las vendió:

Allí estaba el general, allí estaba el testimonio gráfico de lo que se sospechaba le habían hecho durante los 15 días que permaneció en la habitación de la primera planta del Hospital La Paz: negarle el derecho a morir tranquilamente, sin dejarle aceptar la propia muerte de una manera digna. Las fotos que tenía en mis manos eran un ejemplo terrible de lo que se puede hacer con un hombre, conservándole, gracias a la tecnología, hasta el último palmo vegetativo.ssss1

Cualesquiera que fueran las razones de esta publicación, lo cierto es que no le «cabía la menor duda de que aquello era una exclusiva excepcional»ssss1 y las imágenes imponían de manera esperpéntica y cruel la crudeza de aquel ensañamiento terapéutico con el cuerpo desnudo, entubado, ostensiblemente inconsciente del Caudillo, e ilustraban con extraña nitidez la realidad médica del último parte médico anteriormente citado. Contra la imagen de belle mort que se había elaborado cuidadosamente en noviembre de 1975, las fotos mostraban la parte escondida de los últimos momentos de la vida de Franco, de un «cuerpo natural» cuya cruda realidad había sido hasta entonces invisible y prohibida, e iban a competir en las memorias para ocupar en ellas el codiciado papel de «último retrato».

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