Читать книгу Instrumental. Memorias de música, medicina y locura онлайн

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Un día, James volvió al aula para cambiarse tras haber estado con Peter Lee y tenía sangre en la cara. Cuando le pregunté qué había pasado, se echó a llorar; me dirigí enseguida al gimnasio para interrogar al señor Lee, quien me dijo que el niño se había caído. A esas alturas ya no me lo creí, y sospeché que el hombre estaba ejerciendo algún tipo de violencia contra James. Al día siguiente, le conté mis inquietudes a un colega, el director que se ocupaba del ala de enseñanza secundaria. Le hablé de los cambios en la personalidad de James, le comenté que parecía resistirse a ir a las clases de boxeo, y que me preocupaba que el señor Lee estuviera asustando al niño de un modo u otro. Él me dijo que exageraba y que al pequeño Rhodes había que enseñarlo a ser más fuerte.

No recuerdo exactamente cuánto tiempo siguió yendo James a esas clases, pero sí que más de una vez me suplicó que no lo mandara al gimnasio. Y también recuerdo haberle explicado que, como sus padres habían elegido esa actividad de pago, no podía sacarlo de ella sin su permiso. Hablé con la madre del niño sobre este tema; ella también había notado que estaba algo «raro» y que en casa se mostraba poco comunicativo. Era una mujer estupenda que adoraba a sus dos hijos, pero no recuerdo que lo sacaran de la clase. Estuve quedándome en el gimnasio semana tras semana; creía que así lo protegía. Un día regresó a clase después de haber ayudado a recoger al señor Lee y vino con sangre en las piernas. Le pregunté qué había pasado, pero él no soltó palabra, se limitó a llorar en silencio. Ese día lo llevé a casa y estuvimos tocando el piano juntos.

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