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Escribo todo esto porque sé que tengo que acudir a la policía. Es posible que el señor Lee siga vivo. Puede que todavía esté rodeado de niños, quizá incluso tenga nietos. En mi opinión, constituye un peligro para la juventud. En tanto que pastora de la Iglesia de Inglaterra y capellana de prisiones a tiempo parcial, he visto los efectos que los graves abusos sexuales pueden causar en las vidas de los jóvenes. Será Dios quien juzgue a estas personas que destrozan la vida de otros.

Chere Hunter

Pues ahí lo tenéis. Mi club de la lucha particular. Tal como Tyler Durden nos ha enseñado, la primera regla del club de la lucha es que nadie habla sobre el club de la lucha. Y yo no lo hice. Durante casi treinta años. Pero ahora sí. Y si sois de las personas que creen que no debería hacerlo, que os den por culo.

Hay mucho que aclarar acerca de la declaración policial de arriba. En ella se observan muchas insinuaciones pero no encontramos datos reales sobre los abusos. Abusos. Menuda palabra. Violación es mejor. Abusar es tratar mal a alguien. Que un hombre de cuarenta años le meta la polla por el culo y a la fuerza a un niño de seis años no se puede considerar abuso. Es muchísimo más que un abuso. Es una violación con ensañamiento, que provoca múltiples operaciones, cicatrices (internas y externas), tics, trastorno obsesivo-compulsivo, depresión, ideación suicida, enérgicos episodios de autolesiones, alcoholismo, drogadicción, los complejos sexuales más chungos, confusión de género («pareces una chica, ¿estás seguro de que no eres una niña?»), confusión sexual, paranoia, desconfianza, una tendencia compulsiva a mentir, desórdenes alimenticios, síndrome de estrés postraumático, trastorno disociativo de la personalidad (un nombre algo más bonito que le han puesto al síndrome de personalidad múltiple), etcétera, etcétera, etcétera.

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