Читать книгу Lecciones sobre economía mundial. Introducción al desarrollo y a las relaciones económicas internacionales онлайн
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Lo característico del otro grupo de países –las economías más avanzadas– ha sido, más que el aumento demográfico, en parte ganado cien años antes (de forma que el envejecimiento de la población es perceptible, en la mayoría de ellos, desde hace ya cincuenta años), la mejora en la formación de esa población; el analfabetismo se ha desterrado, se ha extendido con carácter general la escolarización secundaria y el nivel de educación superior alcanza hoy, en el ámbito de la OCDE, a una tercera parte de la población adulta. Progreso educativo que no hace sino reflejar el que obtienen los trabajadores de los países desarrollados en el seno de sus empresas y en los programas de formación continua, alimentando destrezas decisivas en el aprovechamiento de las nuevas tecnologías y en el avance de la propia productividad.
En segundo lugar, la estructura productiva –y con ella la población– ha basculado, a escala universal, de la agricultura a la industria, y de ambas a los servicios, en respuesta a los factores que, tanto desde el lado de la oferta (las nuevas técnicas) como de la demanda (los gustos de los consumidores) impulsaban el crecimiento de la renta (para mayor detalle véase ssss1). Es este, sin duda, uno de los hechos estilizados –esto es, de las regularidades empíricas– antes detectados y mejor documentados en la literatura económica. La industrialización, sinónimo de desarrollo, se ha extendido a lo largo del siglo XX, y con particular intensidad en su segunda mitad, no solo por los países en los que prendió la primera revolución industrial del XIX, sino por una buena parte del mundo en desarrollo, sobre todo a medida que se difundían las nuevas técnicas y esos otros países aprovechaban sus ventajas de costes, en particular de mano de obra.