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Durante la mayor parte de la discusión anterior hemos hecho la extrema simplificación de que la elección del consumidor se limitaba a gastos en dos clases de bienes. Ya es hora de que abandonemos esta simplificación, porque si nuestra teoría se limitara a este caso simple, no habría mucho que decir al respecto. De hecho, uno de los principales defectos de la técnica de la curva de indiferencia es que invita a concentrase en este caso simple, un énfasis que puede resultar muy peligroso.

Cuando el gasto se distribuye entre más de dos bienes, el mapa de indiferencia pierde su sencillez. Para tres bienes necesitamos tres dimensiones, y para más de tres bienes, la geometría ya no nos sirve para nada. Sin embargo, los principios que hemos establecido en este capítulo permanecen intactos en esencia. La tasa marginal de sustitución puede definirse como antes, con la condición adicional de que las cantidades consumidas de todas las demás mercancías (Z…) no han de variar. El consumidor solo está en pleno equilibrio si la tasa marginal de sustitución entre dos bienes es igual a su relación de precios. Para el principio de la tasa marginal decreciente de sustitución, hay poca diferencia.

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