Читать книгу La universidad cambiante. El uso de nuevas tecnologías y transferencia de resultados para la inclusión y el cambio social онлайн
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Otra cosa bien diferente será la afectividad –incluso sentimental–que los humanos tengan hacia una máquina humanizada, lo que quizá venga favorecido por su aspecto antropomórfico. Las personas desarrollan apego a los objetos por lo que no es descartable en absoluto que un ser humano tenga sentimientos hacia este tipo de máquinas, como ya sabemos que sucede, por ejemplo, con nuevas mascotas virtuales (herederas de los viejos tamagotchi) o los cuidadores robóticos. Ya conocemos, especialmente por las noticias de Japón, los vínculos sentimentales que se generan hacia muñecos, robots u hologramas de aspecto humanoide y personas.
En todo caso, los cobots, hasta cierto punto, sí que podrían programarse para interpretar el tono de voz, las expresiones y comentarios del humano compañero de trabajo y, en base a ellos, adoptar las decisiones o conductas más adecuadas o compatibles con el estado de ánimo del trabajador (apoyándolo, incentivándolo, etc.). Claro, todo ello también se presta a una manipulación permanente en la interacción para extraer del trabajador la máxima productividad posible y hacer del mismo un autoexplotado feliz.