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Sobre la existencia de normas disciplinarias, basadas en la aplicación de rectos preceptos de orden atinentes al desarrollo de la guerra, y al mantenimiento de una estricta disciplina en el seno de las huestes militares, nos han llegado diversos testimonios históricosssss1.

En el antiguo Egipto, aparece la primera organización militar constituida en torno al Rey Ramsés II a quien se atribuye, por la capacidad de disciplina e instrucción sobre sus grandes formaciones de infantería, el nacimiento del ejército regular hacia el año 1225 adC. En la Biblia, podemos encontrar muestras de la existencia de un Derecho militar íntimamente compenetrado con la organización social y política del pueblo (Libro de los Números II), profundo en las excepciones que marca el servicio (Deuteronomio, XX 1 á 8) y en la que también se fijan las normas fundamentales en torno a la guerra (Id. Id. 9 á 20)ssss1.

También, conocida es la importancia de la severidad de las normas marciales en la Grecia Antigua. Las milicias de las ciudades-estado se caracterizaron desde sus orígenes por la rígida disciplina de sus tropas, fundamentalmente organizadas en torno a la preparación física y el continuo entrenamiento militar (en especial los espartanos)ssss1, donde referencias a la importancia militar de la disciplina pueden contemplarse, incluso, en el poeta Homerossss1. De toda esta tradición, fue perfecta heredera Roma, elevando al máximo exponente los postulados de la disciplina militar, cuya organización castrense y poderío bélico le llevaron a conformar un Imperio que duraría siglosssss1.

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