Читать книгу El arbitraje marítimo en Londres. (2ª edición ampliada y revisada) онлайн

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Del mismo modo esa actitud incluye la racionabilidad o no del hecho que una de las partes llevase a cabo ciertas alegaciones, prácticas de prueba u otras actuaciones dentro del proceso. Entrarían aquí testigos que no aporten nada nuevo de lo ya aportado por un testigo anterior o una solicitud cuya razón de fondo fuera meramente el dilatar el proceso para el beneficio propio, casos en los que, como decimos, se podría ver la parte penalizada en costas.

También se tendrá en cuenta la manera en la que las partes han expuesto o defendido su caso así como si el demandante, a pesar de haber ganado el asunto, exageró su caso de forma innecesaria.

Esta total discreción de un tribunal en cuanto a las cosas hace que a la hora de litigar reine el juego limpio y un altísimo código de buena conducta entre las partes. Si bien aún hay quien adopta una actitud agresiva frente a la parte contraria, ésta se ve relajada con un mero recordatorio de las reglas referidas a las costas procesales (sin olvidar el overriding objective). Este fair play, que no obedece tanto a la famosa galantería de los británicos sino más bien a la penalización en costas a la que se exponen en caso de adoptar una actitud distinta, llega al extremo de poder acordar entre las partes una extensión de un plazo caso que este no sea conveniente para una de las partesssss1. La otra parte se aviene aún más a conceder dichas extensiones de plazo (siempre, claro está, que entren dentro de lo razonable) en procedimientos arbitrales, donde como veremos, basta con remitir un fax con nuestra petición a la otra parte y mantener informado al árbitro del acuerdo alcanzadossss1.

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