Читать книгу El sexo oculto del dinero. Formas de la dependencia femenina онлайн
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Además, como el dinero tradicionalmente ha estado casi con exclusividad en manos de hombres, la prostitución ha sido considerada sinónimo de «mujer que vende su sexualidad» omitiendo, curiosamente, al «hombre que compra sexualidad».
Por lo tanto sexualidad y dinero tienden a identificarse mucho más con prostituta que con «hombre que paga por el intercambio sexual». ¿Cómo se le dice a este hombre? Por mucho que busquemos resulta difícil encontrar la palabra que lo identifique. No existe. ¿Es que acaso el lenguaje la ha omitido? ¿Es esa una manera de dejarlo fuera de foco y hacerlo pasar desapercibido? Tal vez sea esta una de las maneras utilizadas para reafirmar y avalar la creencia de que la prostitución sólo tiene que ver con las mujeres.
No es casual que el idioma no disponga de una palabra que enuncie (¿denuncie?) este aspecto de la realidad. Darle un nombre es darle existencia. Y esto no es inocuo. El lenguaje es uno de los dispositivos de poder. A través de la inexistencia de esta palabra se contribuye a falsear la realidad, haciendo caer todo el peso de una actividad denigrada —la prostitución— sobre la mujer. El hombre, partícipe ineludible de la prostitución (que la hace posible porque dispone del dinero y genera la demanda) es omitido en el lenguaje, con lo cual, entre otras cosas, queda a salvo «su buen nombre y honor»ssss1.