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Pero antes que ella instalara un plazo él la tomó de la mano, salió del bus y les gritó esta vez a todos:

–¡Estamos de novios!

En ese momento el público, que eran amigos de ambos, pero que ante todo deseaban dejarse guiar por su líder, los aplaudieron complacientes.

Entonces ella se dejó arrastrar sin protestar y sin oponer resistencia consciente. Para protegerse armó una burbuja en torno a su cuerpo que le aislaba la piel del contacto. Así no lo sentiría cerca. Sería como si no existieran esas superficies de contacto entre un cuerpo y otro. Dejaría su cuerpo mudo, en pausa, fuera de línea, pero dentro de esa esfera hechiza. Así podría protegerlo. Ella, se quedaría fuera de la burbuja. Tendría libertad para seguir pensando y haciendo aquello que sí le hacía sentido. Y el cuerpo, bueno, algún día lo recuperaría. Porque este enredo de ser la chica del jefe acabaría luego. ¿Qué podía retenerlo ahí? Saber que existía un plazo de término la tranquilizó.

Lo importante era que no se repitiera lo de la noche del velorio.

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