Читать книгу Sin miedos ni cadenas. Lecturas devocionales para damas онлайн
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“Que todo lo que soy alabe al Señor; que nunca olvide todas las cosas buenas que hace por mí” (Sal. 103:2, NTV).
Hay algunas cosas que me olvido de agradecer; bendiciones cotidianas que doy por sentadas, como la luz y el agua potable (hasta que hay un apagón o se corta el agua). Recientemente, Becky Murray, una misionera estadounidense que trabaja en Kenia, hizo que me diera cuenta de la importancia de tener acceso a productos de higiene personal. “En Bumala, la aldea en la que trabajo, comenzaron a desaparecer niñas. Al principio pensé que era por problemas familiares y que las niñas estaban escapando. Sin embargo, noté que todas las niñas tenían más o menos la misma edad”, me dijo Becky. ¿Qué estaba sucediendo? Las niñas comenzaban a desaparecer justo al terminar la escuela primaria. Sin acceso a productos de higiene personal, ellas faltaban a clases cuando tenían su ciclo (perdiendo así un cuarto de clases al año). Al terminar la primaria, las niñas simplemente no continuaban estudiando porque sabían que perderían demasiados contenidos. Entonces, comenzaban a buscar trabajo y los traficantes aprovechaban la oportunidad para engañarlas y secuestrarlas. Les prometían encontrarles trabajos en la ciudad como empleadas domésticas, cocineras o camareras, cuando en realidad serían explotadas en la industria del sexo.