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“Y la tierra fue profanada por sus moradores,

porque traspasaron las leyes,

falsearon el derecho y

quebrantaron el pacto eterno.

Por esta causa la maldición consumió la tierra

y sus moradores fueron asolados” (Isa. 24:5, 6).

La historia humana se caracteriza fundamentalmente por la ruptura del Pacto. Somos una raza definida por la disfunción relacional y la desintegración, una raza de víctimas y verdugos, una raza de no-amantes.

El Pacto es una noción relacional. Vivir dentro del Pacto es vivir para todos los demás con amor fiel. La ruptura del Pacto ocurre cuando las personas viven para sí mismas en detrimento de los demás. Según Isaías, la ruptura de nuestro Pacto ha impactado de manera nociva a la Tierra misma. El propio ecosistema ha sido “profanado” y “deteriorado” por nuestra violación del sistema de pactos que nos comprometía con la Tierra. En resumen, todo el mal del mundo se debe a la ruptura de la Alianza; es decir, todo lo malo del mundo se debe a relaciones rotas, al amor violado. Todo lo que Dios desea para el mundo es que nuestra fidelidad al Pacto sea restaurada y que ese sea nuestro modo fundamental de existir. Dios solamente desea que cada uno cuide del bienestar de todos los demás.

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