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Aparece la arrogancia comparativa, la cual busca, a través de la comparación con los demás, enaltecer las habilidades o características propias para sobresalir, teniendo una mirada muy sesgada de lo que es el otro. Esto me hace volver a mi trabajo, a mi rol, a mi parada frente al mundo cuando quiero destruir, aniquilar, llevar a cero a alguien; solo habla de mi manera de sobresalir, de levantarme de ese rincón con más fuerza, con más gallardía, eso sí, adolorido, humillado y con mi dignidad vulnerada, pero siempre con la frente el alto. Esto solo me ha traído problemas en mi existencia, lo describí anteriormente, la forma más valedera y constructiva de poder ser visible ante el mundo, es desarrollar esa capacidad asociativa y de acompañamiento con los demás, me lo muestra la vida, me lo muestra la pandemia por la que pasamos, la competencia de asociarse genera mayores beneficios que remar solo un buque interoceánico.
Justo acá hago el link al desarrollo que deseo llevar a cabo a continuación, en donde traigo a colación la dignidad colectiva y propia, con la que venimos, la que desarrollamos como seres de sociedad, la que debe ser complementaria, la que nunca es suficiente, la que permite que al ser digno de estar, ser o vivir, a su vez potencia o elimina la posibilidad de usar un orgullo de una manera adecuada, con una misma palabra se puede crecer y ser visible desde el merecer, el ser ejemplo, el poder entregar todo lo que como persona se ha constituido, o caer en el profundo dolor. Por lo tanto, me pregunto ¿Cuál fue la afectación de mi dignidad para llegar a un orgullo tal como para ser soberbio? ¿Sentía afinidad por la arrogancia al ser notado prontamente por los demás por esta actitud? ¿Pensaba que la arrogancia y la soberbia apoyaban en el camino de ser visible?