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Haciendo una búsqueda en la web sobre este tema me encontré con el siguiente fragmento:

“La soberbia anda siempre de la mano del orgullo, el cual “es engañoso e intoxicante, porque cuando el yo se vuelve orgulloso y arrogante es posible que evolucione en pecado tanto en el individuo como en el grupo” porque no se trata solamente de la sobre valoración de uno mismo, sino que ella deriva en el desprecio por los demás, mirándolos como seres inferiores, menoscabando su dignidad.” (Emilio Raúl Ruiz Figuerola, 2012)

Entrando al detalle de lo mencionado, el autor habla del orgullo como el acompañante de la soberbia, un orgullo dañino, poco compañero de viaje, el que impide que exista una mirada ajena y diferente para ser, vivir y reflexionar, uno ciego y perdido que solo da paso a lastimar a los que estén alrededor, siendo más viable entrar en rechazo colectivo humillando y maltratando que hacerse cargo de las propias incompetencias y falta de liviandad, terminando de socavar lo más recóndito, que para mí observador es una de las cosas más valiosas del ser, su dignidad.

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