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Hago también acotación a este evento para volver a un punto claro y común, el silencio, el retraerme, el conformarme y quedarme resguardado, resignado, solo y con mi cabeza creando algún tipo de realidad que quizás no era la adecuada, pero era la que quería recordar, vivir o utilizar para justificar, de ahí en adelante, algunos actos por mí cometidos. En ese espacio de autoaislamiento, solo me daba fuerza para seguir, para no dejarme derrotar, en ese momento del dolor, el maltrato, quizás hoy puedo ver que en ese espacio de soledad hicieron falta declaraciones fuertes y vitales, para no entrar en modos de vida que me llevaron después a buscar venganza, pero tampoco tenía el espacio para desarrollarlas, afortunadamente hoy esas declaraciones de liberar la violencia que no me pertenece, y el identificar que tengo capacidad asociativa para crear en conjunto, apoyan y aportan para que estos espacios de dolor y aprendizaje tengan una bonita resignificación.

Confieso que recordar los momentos descritos no me generó dolor, como pensé que podía suceder, el trabajo que hice en el ABC respecto a estos temas me ayudó muchísimo a entender los espacios vividos. Lo que rescato de este espacio es recordar las sensaciones de mi cuerpo, mis pensamientos, las caras de los demás, cómo se sentía, las emociones vinculadas, pero sobre todo las miradas, la mirada de mi padre hacia mí, la mirada que yo tenía y lo que sentía haciéndola, adicionalmente sigo construyendo cómo, poco a poco, la relación con mi hermana se iba deteriorando; fueron muchas peleas y situaciones, que como esta aportaron a que nuestra separación temporal por muchos años se diera; tengo mucha más tela que cortar para seguir construyendo el camino a mi grieta existencial.

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