Читать книгу Incursiones ontológicas VII онлайн
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Volviendo a ese momento a lo que pasaba por mi cabeza, recuerdo que la rabia, la ira, y cólera que tenía se fueron con esa patada; toda esa energía contenida quedó en la cola de mi hermana, afortunadamente no dejó lesiones físicas graves, solo un morado en su piel y una actitud de ella hacia mí mucho más lejana, ya que no me habló por dos semanas, pero inmediatamente inició en mí otra configuración de pensamiento diferente, inició la culpa por haberme desmedido en mi acto, el remordimiento, porque al final del día era mi hermana a quien lastimé profundamente y con extrema violencia, y el miedo por lo que iba a pasar de ahí en adelante
Cuando vi el cuadro completo, mi mamá recibiendo a mi hermana casi volando del golpe terrible, y a mi papa venir hacia mí, casi que con la misma cara con la que yo vi a mi hermana cuando me rompió el CD, desencajada, llena de una rabia inmensa hacia lo que había pasado, arranqué a correr ahora yo, para salvarme de la reprimenda que venía; sabía que el castigo físico que iba a recibir sería muy fuerte, así que inmediatamente me volteé y arranqué mi maratón a mi cuarto; claramente yo corría muchísimo más rápido que mi papá, así que en dos o tres zancadas ya le llevaba una diferencia grande; entré y cerré la puerta fuertísimo, con seguro - recuerdo que las puertas no se podían abrir de afuera hacia adentro ya que las llaves en algún momento se perdieron – yo me fui a un rincón que, el que tantas veces me alojó cuando me pegaban de niño, entre el armario y la pared, y me senté allí a llorar profundamente, mientras mi papa le pegaba a la puerta para que yo abriera; no recuerdo qué decía literalmente, pero hasta donde tengo memoria, eran amenazas de lo que iba a suceder apenas abriera la puerta, solo escuchaba los gritos de rabia de mi papá, los golpes que le daba a la puerta y el llanto desgarrador de mi hermana, junto a mi madre, en la cocina; así fue como duré cerca de una hora llorando, allí tirado en el piso con las manos abrazando las rodillas y mi cabeza guardada en ellas; recuerdo los pensamientos en mí en ese momento, donde solo tenía en mi cabeza la injusticia de estar encerrado y aislado, porque todo lo que había pasado no era solo mi culpa, sin reconocer que mi acto fue desmedido, también sentía mucho miedo por lo que pudiera pasar de ahí en adelante, además de una soledad infinita por estar llorando allí, cuando mi primer error había sido no haber pensado de manera equitativa, para que mi hermana pudiera también jugar; por último, tenía un gran remordimiento por haber actuado como lo hice, me había desmedido físicamente. Sabía que el acto de mi hermana hacia mí iba a pasar inadvertido, porque lo que yo le había hecho a ella había sido demasiado violento, y no tenía comparación.