Читать книгу Incursiones ontológicas VII онлайн
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Hoy, como adulto vuelvo a ese momento y me pregunto: ¿qué me hubiera dicho a mí mismo para que no hubiera explotado como lo hice?, con los recursos que hoy tengo, ¿que le hubiera dicho ese niño dolido por lo que había sucedido, para que pudiera actuar de una manera mucho más adecuada? Sabiendo las consecuencias, tanto de la rabia que yo manejaba como de la actitud de mi hermana frente a las peticiones que hacía, ¿qué hubiera pasado si me permitiera ceder un poco y permitir al otro también disfrutar?, ¿cuál fue la consecuencia de esa rabia vivida?, ¿qué he ganado y perdido por ella? Las respuestas son cortas y contundentes: “esa rabia no es tuya, tu energía sí”, además de: el mundo permite que habitemos todos en él, el asociarte y permitir que otro pueda disfrutarlo contigo, generará más capacidad de disfrute en equipo, tolerancia, respeto y esa añorada unión con tu amada hermana. Tuvieron que pasar veintidós años para poder ver ese espacio diferente y con compasión.
Pasó el tiempo allí en mi habitación, mi mamá llegó a la puerta a decirme que saliera a almorzar, pero el miedo que tenía que mi papá me pegara y la rabia que todavía sentía en mí por lo que mi hermana había hecho, me impidieron salir de la habitación en todo el resto de día, así que me acosté en la cama y dormí no sé por cuánto tiempo; la verdad, estaba agotado, ese momento me había dejado realmente cansado, me desperté en la noche y escuché todo en silencio, así que abrí la puerta y me fui a la cocina a buscar comida, no recuerdo qué tomé o que comí, pero me abastecí de lo que necesitaba y regresé a mi cuarto, y allí me quedé hasta el otro día.