Читать книгу Sobre hombros de gigantes онлайн

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La vida de José Tomás se convirtió en un calvario mucho peor que la enfermedad de la que se había curado. Ahora lloraba y gritaba de dolor de manera continua. Hicimos todas las maniobras médicas que teníamos a disposición para diluir la orina, usamos sondas vesicales, altas dosis de analgésicos de todo tipo, pero no conseguíamos el resultado que buscábamos. La desesperación de Carmen Gloria sentada día y noche al lado de su hijo adolorido fue en aumento y la frustración inmensa de no encontrar alivio la obligó a salir del hospital e ir a cuidar a sus otros hijos. Para el personal, tratar a un niño con tanto dolor y enfrentar a una madre enrabiada fue tan duro que en algún minuto la dirección del hospital me pidió que lo trasladara a otro centro. Les expliqué que eso era, en realidad, imposible.

La solución definitiva nos la dio un urólogo. Operó a José Tomás para abrir una incisión en su abdomen y la pared de la vejiga con lo que consiguió exponerla al exterior y así salieran orina, sangre y coágulos. Por fin José Tomas pudo descansar. La presión de todos comenzó a bajar. El padre asumió todo el cuidado mientras la situación se resolvía y después de varias semanas el urólogo pudo cerrar el abdomen para que el niño se fuera de alta.

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