Читать книгу Sobre hombros de gigantes онлайн

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Se los propuse como única solución y les conté también que nuestra experiencia era escasa, aunque esperanzadora. Habíamos realizado cuatro procedimientos a esas alturas. Dos de ellos habían sido exitosos. Lo pensaron por un breve momento, me dieron las gracias, pero pensaban que era muy riesgoso y, como eran gente de fe, esperarían que Dios les mostrara el camino que debían tomar. En el intertanto, seguirían combatiendo las infecciones que fueran afectando a José Tomás.

Fue poco tiempo después que me enteré de que esperaban su sexto hijo, algo que había ocurrido sin ellos estar, precisamente, buscando un donante. Me alegré entonces y después, cuando me pidieron que asistiera al parto para que recolectáramos sangre del cordón umbilical del nuevo integrante de la familia.

Cuando iniciamos el programa de trasplante en 1989, nuestro laboratorio determinaba los HLA con un kit comercial que tenía un panel de células humanas que reaccionaban con distintos antígenos HLA del suero de los pacientes y donantes. Actualmente ha sido reemplazada por técnicas de biología molecular y secuenciación de los genes HLA. Aun así, nuestra tecnología era suficiente para determinar la compatibilidad entre hermanos, pero no podía ser usada para donantes no emparentados. No teniendo otras alternativas de donantes en ese momento, la relación con el laboratorio de HLA era muy cercana. El análisis (“tipificación”) estaba a cargo de una bióloga con la manteníamos comunicación fluida. Ella sabía lo que estaba en juego si el o los hermanos del niño eran compatibles o no: la posibilidad de vida versus la muerte por la enfermedad. Ella era la primera que conocía esta realidad. Yo temía su llamada, a tal punto que en un momento diseñamos una clave que ella transmitía a mi beeper: 1 si, 0 no. Cuando recibía este mensaje quedaba clara la alternativa.

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