Читать книгу Sobre hombros de gigantes онлайн

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el comienzo de todo

6 de agosto de 1945. Una bomba atómica cae sobre la ciudad de Hiroshima. El efecto sobre la población es devastador y proporcional a la distancia de cada habitante del centro de la explosión. Quienes estaban más cerca murieron inmediatamente calcinados por los más de 6000° C del estallido. Los que se encontraban solo un poco más allá, sucumbieron a la onda expansiva y el fuego. A un kilómetro del núcleo del desastre, el efecto no fue instantáneo, pero pocos días después, esas personas sufrieron lo que se llamó enfermedad de radiación aguda e involucraba vómitos intensos, diarrea, úlceras en la boca y quemaduras en la piel. La mayoría de esas víctimas murieron rápidamente por deshidratación o hemorragia. Pero aquellos que estaban solo un poco más lejos, a dos kilómetros de distancia, no presentaron síntomas iniciales. Al cabo de dos o tres semanas, sin embargo, comenzaron a perder el pelo, sufrieron anemia severa y hemorragias y murieron de infecciones. El estudio de la sangre de estos pacientes demostró la carencia de glóbulos: la falta de glóbulos rojos provocaba la anemia. Infecciones, la de glóbulos blancos y hemorragias la insuficiencia de plaquetas. Había sucedido, lamentablemente, lo que hasta entonces había sido imposible e impracticable: contar con datos empíricos de los efectos de la radiación en seres humanos, un estudio que se volvería exhaustivo en los años 60.

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