Читать книгу Sobre hombros de gigantes онлайн

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Felipe recibió su primera dosis de quimioterapia y estuvo internado hasta que se recuperó de los efectos de los medicamentos. Durante este tiempo recibió múltiples transfusiones de sangre y antibióticos para prevenir y combatir infecciones oportunistas que pueden atacar a la persona que recibe quimioterapia. Mientras se recuperaba, perdió su pelo. Al cabo de tres semanas repetimos el examen de la médula ósea para evaluar el efecto del tratamiento. Donde antes se veían grumos monótonos de células cancerosas ahora se veía una médula ósea sana, produciendo todos los glóbulos de la sangre normalmente. La enfermedad había desaparecido: Felipe estaba en remisión. Todos estábamos felices. Tuvo unos días en su casa y continuó con el tratamiento, recibiendo cuatro ciclos de quimioterapia administrados cada 28 días. No tuvo complicaciones inhabituales. A mediados de marzo completó su tratamiento y recuperó su vida normal.

Sin embargo, y esto todos los padres de niños con cáncer lo saben, ahí no termina todo. Aunque la enfermedad haya desaparecido hay que esperar un tiempo largo, entre dos y cinco años, para asegurar que no vuelva y considerarlo curado. Con ese miedo continuo, y atentos a cualquier síntoma, viven ese período maldito con la sensación de no estar haciendo nada. En esa época, los padres formaron un grupo muy solidario con otras familias de pacientes. Porque nadie está preparado para una tragedia de esta envergadura y, cuando ocurre, nadie es capaz de entender lo que esa familia está sufriendo, salvo quienes comparten el mismo dolor. Es por eso que el grupo que se formó entonces y los que han ido surgiendo después, son refugio, alivio y motor.

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