Читать книгу Ni una boda más онлайн

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–Luego se vuelven blancos y puedes soplarlos y pedir deseos y toda esa mierda –añadió Ford.

Lexi entornó un poco los ojos sin dejar de sonreír.

–Esas son hierbas. Inténtalo de nuevo.

Addie enrolló la punta de su cola de caballo alrededor del dedo.

–Oh, ¿qué hay de esas pequeñas florecitas blancas que se abren por la mañana? Tienen un toque de rayas rosas o púrpuras en el interior. Accidentalmente destrocé un arriate la última vez que jugamos a Fugitivo.

–¿Hablas de las campanillas moradas? Porque esas también son hierbas, querida –Lexi se frotó un par de dedos en la frente–. Déjame adivinar, ¿ahora quieres un ramo de hierba?

Addie se rio.

–Hierba. Esa sería una buena forma de mantener a todos tranquilos durante la ceremonia y la recepción.

–Yo voto por la hierba –terció Ford–. Después de todas las bromas que hemos hecho a nuestros conciudadanos, es la única manera de que se relajen y disfruten de la fiesta.

–Excelente punto. Aunque quizás debamos poner una cerca de alambre de púas alrededor del pastel por si les da un poco de hambre antes de tiempo. ¿Qué decoración es esa? ¿Granja chic?

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