Читать книгу Ni una boda más онлайн
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–Sí, yo también –secundó Ford, dándole a su vez un codazo a Violet.
Volteó a verlo. Sus instintos olvidaron recordarle que no debía mirarlo, pero era demasiado tarde. Se le secó la boca. La vista de su cara de cerca no le hizo justicia. A diferencia de muchos de los chicos de Pensacola, su barba no estaba perfectamente arreglada, era indómita, con un par de días de crecimiento fuera de control. Una esquina de su boca era un poco más alta que la otra, como si tuviera preparada siempre una sonrisa.
¡Hola, no le mires los labios!
Al acordarse del codazo que hizo que se concentrara demasiado en su fisonomía, le preguntó:
–¿Qué? Yo apenas llegué.
–¿Dónde está mi nonna? Al menos debe tener una opinión sobre las flores. Todavía se escapa al patio de los vecinos por las noches para regar las flores que sembró cuando ellos estaban fuera de la ciudad –Addie se asomó a la parte delantera de la pastelería, pero Lucia ya no estaba allí–. Oh, genial, ya se me perdió. Te apuesto lo que quieras a que fue a la cafetería a ver si alguien le dejaba pedir una hamburguesa con papas fritas. Mi madre me va a matar en serio.