Читать книгу El Pueblo del hielo 10 - Tormenta de invierno онлайн

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Conocían al hombre, que tenía aproximadamente cuarenta años. Era un desgraciado, una escoria, pero ninguno le había deseado la muerte.

—Tendremos que dejarlo aquí por ahora —dijo Villemo—. El rastro de sangre continúa, así que será mejor apresurarnos si no queremos cargar con más muertes en la consciencia.

—No pueden culparnos por esto —respondió Niklas.

—No —concordó Irmelin, mientras caminaban—. Pero nuestros dos peones disparan demasiado rápido ante la menor amenaza. Sin duda los reprenderán por esto. Es probable que también hablen ante la corte.

—Supongo que solo querían defender la granja —dijo Niklas—. Pero sin duda esto ha ido demasiado lejos.

El bosque era un lugar lleno de pinos y una calma opresiva, con el suelo cubierto de hongos y musgo. Las voces de los tres sonaban extrañamente vacías. El único sonido que oían era el ocasional correteo suave de una ardilla asustada o un pájaro.

Villemo miró de lado a Niklas mientras él buscaba huellas en el musgo. Con una sonrisa oculta recordó la víspera de Midsommar el verano pasado. Niklas había estado junto a la fogata en la colina entre Lindealléen y Graastensholm, mirando las llamas, fascinado por el juego único de colores. De pronto, ella había sentido deseos de actuar con picardía y le había preguntado a Niklas si la acompañaría a casa porque le aterraba la oscuridad. Él la había mirado confundido porque Villemo sin duda no era conocida por temerle a la oscuridad. Quedó aún más atónito cuando llegaron a las colinas de enebros que se alzaban sobre Elistrand.

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