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Juan, amigo de Martín, queriendo significar tan sólo la amistad natural, por la cual todos somos amigos de todos, mas la amistad engendrada sobre la natural, que es propia y distintiva en cada persona. Así no se llama a nadie filósofo por el amor común.
Es la intención de Aristóteles en el octavo de la Ética, que se llame amigo aquel cuya amistad no se le oculta a la persona amada, y de quien la persona amada es también amiga, de modo que haya benevolencia por ambas partes; y esto ha de ser por utilidad, por deleite o por honestidad. Así para ser filósofo hay que tener amor a la sabiduría, que hace benévola a una de las partes; hay que tener deseo y solicitud, que hace benévola también a la otra parte; de modo que nace entre ellas la familiaridad y la manifestación de benevolencia.
Por lo cual, sin amor y sin afición no se puede llamar filósofo, sino que conviene que haya uno y otra. Y del mismo modo que la amistad hecha por deleite o por utilidad no es amistad verdadera, sino por accidente, como demuestra la Ética, así la Filosofía por deleite o por utilidad no es verdadera filosofía, sino por accidente. Por lo cual no se debe llamar filósofo a nadie, que por deleitarse un tanto con la sabiduría sea su amigo en cierto modo; como hay muchos que se deleitan en decir canciones y estudiar en ellas, y que se complacen en estudiar Retórica y Música, y huyen y abandonan las demás ciencias, que son todas miembros de la sabiduría. No se debe llamar verdadero filósofo al que es amigo de sabiduría por utilidad, como lo son legistas y médicos, y casi todos los religiosos, que no estudian por saber, sino por adquirir dineros y dignidades; y si les diesen lo que pretenden adquirir, no recurrirían al estudio. Y del mismo modo que de las especies de amistad la que menos se puede decir tal es la que lo es por utilidad, así estos tales participan menos que ninguna otra gente del nombre de filósofo. Por lo cual, del mismo modo que la amistad hecha honestamente es verdadera, perfecta y perpetua, así es verdadera y perfecta la filosofía engendrada honestamente, sin ninguna otra consideración, solamente por la bondad del alma amiga, con recto deseo y derecha razón. Así puede decirse aquí -igual que la verdadera amistad de los hombres entre sí es que cada cual ame en todo a cada cual- que el verdadero filósofo ama cada parte de la sabiduría, y la sabiduría cada parte del filósofo, en cuanto lo reduce todo a él, y en manera ninguna deja que su pensamiento se extienda a otras cosas. Por lo cual dice esa sabiduría en los Proverbios de