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Por lo cual hay que proceder con el segundo verso, en el cual comienza el
Tratado, donde digo: No ve ese sol que en torno al mundo gira. Aquí se ha de saber que del mismo modo que al tratar de cosa sensible es menester explicar insensible, así es menester tratar de cosa inteligible por medio de cosa no inteligible. Y luego, del mismo modo que en la exposición literal se habla comenzando por el sol corporal y sensible, así ora se ha de explicar por el sol espiritual e inteligible, que es Dios. Nada sensible hay en el mundo más digno de ser tomado como ejemplo de Dios que el sol, el cual ilumina con luz sensible primero a sí mismo y luego a todos los demás cuerpos celestiales y elementales; así Dios iluminase Él primero con luz intelectual y luego a los celestiales y demás inteligibles. El sol, con su calor, todas las cosas vivifica, y si alguna corrompe con ello, no es intención de la causa, sino accidental efecto; así Dios todas las cosas vivifica en bondad, y si alguna es mala, no se debe a la intención divina, mas porque así es menester que sea, por cualquier accidente en el proceso del efecto propuesto. Porque si Dios hizo los ángeles buenos y los malos, no hizo lo uno y lo otro intencionadamente, sino sólo los buenos; se siguió luego, ajena a su intención, la malicia de los malos; mas no tan ajena a su intención que Dios no supiese de antemano su malicia. Pero tanta fue la afición a producir la criatura espiritual, que la presciencia de algunos que habían de venir a mal fin, no debía ni podía retraer a Dios de tal producción; que no sería de alabar la naturaleza, si sabiendo que las flores de un árbol habían de perderse en parte no produjese flores en él, y por los estériles abandonase la producción de los fructíferos. Digo, por lo tanto, que Dios, que todo lo entiende -pues que su girar es entender- no ve cosa tan gentil cuanto ve al mirar do está la filosofía; que aunque Dios, mirándose a sí mismo; véalo todo en conjunto, en cuanto en él reside la distinción de las cosas del mismo modo que el efecto en la causa, las ve distintas. Ve pues a ésta la más noble de todas en absoluto, en cuanto la ve perfectísimamente, en Sí y en su