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Su hermana, la señora Croft, había estado fuera de Inglaterra, acompañando a su marido en unos viajes por el extranjero. Su propia hermana María estaba en la escuela al ocurrir los hechos, y el orgullo de unos y la delicadeza de otros nunca permitirían que se supiese nada.

Con estas seguridades, Ana esperaba que su relación con los Croft, que anticipaba el hecho de estar aún en Kellynch Lady Russell y María sólo a tres millas de allí, no ocasionaría ningún contratiempo.

CAPITULO V

La mañana fijada para que el almirante Croft y su señora visitasen Kellynch Hall, a Ana le pareció más natural dar su acostumbrado paseo hasta la casa de Lady Russell y quedarse allí hasta que la visita hubiese concluido. Aunque luego le pareciera igualmente natural lamentar haberse perdido la ocasión de conocerlos.

Esta entrevista de las dos partes resultó muy satisfactoria y con ella se dejó el negocio definitivamente resuelto. Ambas señoras estaban dispuestas de antemano a llegar a un acuerdo y, por lo tanto, ninguna de las dos vio en la otra más que buenos modales. Entre los caballeros hubo tanta cordialidad, buen humor, franqueza, sinceridad y liberalidad por parte del almirante, que Sir Walter quedó conquistado, aunque las seguridades que Shepherd le había dado de que el almirante lo tenía por un dechado de buena educación, gracias a las referencias que él le había entregado, lo halagaron y lo inclinaron a hacer gala de su mejor y más cortés compostura.

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