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La casa, los terrenos y el mobiliario fueron aprobados; los Croft fueron también aprobados, y las condiciones y plazo, cosas y personas, quedaron arreglados. El escribiente del señor Shepherd se sentó a trabajar sin que hubiese ni una mínima diferencia preliminar que modificar en todo lo que “este contrato establece...”

Sir Walter declaró sin vacilar que el almirante era el marino más apuesto que había visto nunca, y llegó hasta decir que si su propio criado le hubiera ordenado un poco el pelo no se habría avergonzado de que lo viesen con él en cualquier parte. El almirante, con simpática cordialidad, comentó a su esposa, mientras paseaban por el parque:

-Estoy pensando, querida, que a pesar de todo lo que nos contaron en Taunton, nos hemos entendido muy pronto. El baronet no es nada del otro mundo, pero no parece un mal hombre.

Estos cumplidos recíprocos dejan a la vista que ambos hombres habían formado el uno del otro el mismo concepto poco más o menos.

Los Croft debían tomar posesión de la casa por San Miguel y Sir Walter propuso trasladarse a Bath en el curso del mes precedente, de modo que no había tiempo que perder en hacer los preparativos de la mudanza.

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