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Hubiera deseado no ver para nada al capitán Wentworth, especialmente en las habitaciones del Hall, que tan llenas de dolorosos recuerdos estaban para ella, puesto que eran las de sus primeros encuentros. Más aún la preocupaba el posible encuentro del capitán Wentworth con Lady Russell. No simpatizaban, y un reencuentro no podría acarrear nada bueno. Por otra parte, en caso de verlos juntos a ellos dos, Lady Russell iba a encontrar que él tenía gran dominio de sí mismo y ella, muy poco.

Estas cavilaciones eran su preocupación mientras preparaba su despedida de Uppercross, donde creía haber estado ya bastante. Los cuidados que había prodigado al pequeño Carlos llenarían el recuerdo de esos dos meses con cierta dulzura; había sido necesaria y útil. Pero el pequeño recobraba fuerzas día a día y ya nada justificaba que permaneciese allí.

El final de su visita, sin embargo, fue distinto de todo lo previsto por ella. El capitán Wentworth, después de dos días de ausencia de Uppercross, apareció, relatando los motivos que lo habían alejado. Una carta de su amigo el capitán Harville, que por fin había llegado a su poder, informaba de sus proyectos de establecerse con su familia durante el invierno en Lyme; por consiguiente, el capitán y sus amigos habían estado, sin saberlo, a escasas veinte millas el uno del otro. El capitán Harville nunca había recobrado enteramente su salud después de una seria herida recibida dos años antes, y la ansiedad que el capitán Wentworth sentía por ver a su amigo lo hicieron dirigirse de inmediato a Lyme. Estuvo allí veinticuatro horas. Sus excusas fueron aceptadas sin problema; su celo amistoso muy ponderado. Su amigo despertó gran interés, y, por último, la descripción de las bellezas de Lyme llamaron tanto la atención de los miembros de la reunión, que la inmediata consecuencia fue un proyecto para ir de excursión a ese lugar.

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