Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
1326 страница из 1361
Al salir de Cobb, se dirigieron a la casa en compañía de los nuevos amigos, y encontraron habitaciones tan pequeñas como sólo aquellos que hacen invitaciones realmente de corazón podrían haber supuesto capaces de alojar a un grupo tan numeroso. Ana misma tuvo un momento de sorpresa, pero bien pronto prevalecieron los sentimientos agradables que surgían al ver los acomodos y las pequeñas privaciones del capitán Harville para conseguir el mayor espacio posible, para minimizar las deficiencias del amueblado y defender ventanas y puertas de las fuertes tormentas que vendrían. La variedad en el arreglo de los cuartos, donde los utensilios menos valiosos de uso común contrastaban con algunos objetos de raras maderas, excelentemente trabajados, y con algunos, curiosos y valiosos, provenientes de los distintos países que había visitado el capitán Harville, eran más que divertidos para Ana. Todo hablaba de su profesión, era el fruto de sus labores, la influencia de sus hábitos, y esto, en un marco de dicha doméstica, le hacía sentir algo que en cierto modo podía compararse con la gratitud.