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Ana sonrió más de una vez para sí misma al oír estas palabras, y se interesó en el tema procurando ayudar a la joven como antes lo había hecho con Benwick, aunque en este caso la ayuda era sin importancia, pues ¿qué podía ofrecer que no fuera un asentimiento general? Dijo todo lo que era razonable y propio al respecto; estuvo de acuerdo en que el doctor Shirley necesitaba reposo; comprendió cuán deseable era que tomara los servicios de algún joven activo y respetable como párroco, y fue tan cortés que insinuó la ventaja de que el dicho párroco estuviese casado.

-Me gustaría -dijo Enriqueta, muy halagada por su compañera-, me gustaría que Lady Russell viviera en Uppercross y fuera amiga del doctor Shirley. He oído decir que Lady Russell es una mujer que influye fuertemente sobre todo el mundo. La considero una persona capaz de persuadir a cualquiera. Le temo, por ser tan inteligente, pero la respeto muchísimo, y me gustaría tenerla como vecina en Uppercross.

A Ana le causó gracia el agradecimiento de Enriqueta, y que el curso de los acontecimientos y de los nuevos intereses de la joven hubieran puesto a su amiga en situación favorable con un miembro de la familia Musgrove; no tuvo tiempo, sin embargo, más que para dar una respuesta vaga y desear que tal mujer viviera en Uppercross, antes de que la charla fuera interrumpida por la llegada de Luisa y el capitán Wentworth. Venían también a pasear antes del desayuno, pero al recordar Luisa, de inmediato, que debía comprar algo en una tienda, los invitó a volver al pueblo. Todos se pusieron a su disposición.

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