Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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Acababan de terminar el almuerzo, cuando el ruido de un coche (el primero que habían escuchado desde su llegada a Lyme) atrajo a todos hacia la ventana.
-Era el coche de un caballero, un cochecillo, -comentó un huésped-, que venía desde el establo a la puerta principal. Alguien que se marcha seguramente. Lo conducía un criado vestido de luto.
La palabra “cochecillo” despertó la curiosidad de (arios Musgrove, que en el acto deseó comparar aquel coche con el suyo. l As palabras “un criado de luto” atrajeron la atención de Ana, y así, los seis se encontraban en la ventana en el momento que el dueño del coche, entre los saludos y cortesías de la servidumbre, tomó su puesto para conducirlo.
-¡Ah! -exclamó el capitán Wentworth, y mirando de reojo a Ana, arguyó-: es el hombre con quien nos hemos cruzado.
Las señoritas Musgrove convinieron en ello; todos miraron el coche hasta que desapareció tras la colina, y luego volvieron a la mesa. El mozo entró en la habitación poco después.
-Haga usted el favor -dijo el capitán Wentworth-, ¿podría decirnos quién es el caballero que acaba de partir?