Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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-Miss Elliot -dijo éste hablando en voz más bien baja-, ha hecho usted un gran bien haciendo conversar tanto a este pobre muchacho. Desearía que pudiese disfrutar de su compañía más a menudo. Es muy malo para él estar siempre solo, pero ¿qué podemos hacer nosotros? No podemos, por otra parte, separamos de él.

-Lo comprendo -dijo Ana-. Pero con el tiempo... bien sabe usted qué gran influencia tiene el tiempo sobre cualquier aflicción... Y no debe olvidar, capitán Harville, que nuestro amigo hace poco tiempo que guarda luto... Creo que sucedió el último verano, ¿no es así?

-Así es; en junio... -dijo dando un profundo suspiro.

-Y es posible que haga menos tiempo aún que él lo supo...

-Lo supo en la primera semana de agosto, cuando volvió del Cabo, en el Grappler. Yo estaba en Plymouth y temía encontrarlo. El envió cartas pero el Grappler debía ir a Portsmouth. Hasta allí debieron llegarle las noticias, ¿pero quién se hubiera atrevido a decírselo cara a cara? Yo no. Hubiera preferido ser colgado. Nadie hubiese podido hacerlo, con excepción de ese hombre -señaló al capitán Wentworth-. El Laconia había llegado a Plymouth la semana anterior, y no iba a ser mandado a la mar nuevamente. El había aprovechado la ocasión para descansar.

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