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Su rostro inmediatamente mostró un gesto de profundo dolor, y contestó: «Busco a alguien que huye de mí.»

«¿Y el hombre al que persigue viaja también del mismo modo?»

«Sí.»

«Entonces… creo que lo hemos visto, porque el día anterior a rescatarle a usted vimos a unos perros tirando de un trineo, e iba un hombre en él, por el hielo.»

Esto llamó la atención del viajero desconocido, e hizo muchas preguntas respecto a la ruta que había seguido aquel demonio (así lo llamó). Poco después, cuando ya estábamos los dos solos, me dijo: «Seguramente he despertado su curiosidad, como la de esa buena gente, pero es usted demasiado considerado como para hacerme preguntas.»

«Está usted en lo cierto. De todos modos, sería una impertinencia y una desconsideración por mi parte molestarle con cualquier curiosidad.»

«Sin embargo… me ha salvado usted de una situación difícil y peligrosa; ha sido usted muy caritativo al devolverme a la vida.»

Poco después me preguntó si yo creía que el hielo, al resquebrajarse, podría haber acabado con el otro trineo. Le contesté que no podía responder con certeza alguna, porque el hielo no se había quebrado hasta cerca de medianoche y el otro viajero podría haber alcanzado un lugar seguro antes, pero eso tampoco podría afirmarlo con certeza.

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