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A partir de ese momento, el desconocido pareció muy deseoso de subir a cubierta para intentar avistar el trineo que le había precedido; pero lo he convencido de que se quede en el camarote, porque aún se encuentra demasiado débil para soportar el aire cortante. Pero le he prometido que alguno de mis hombres estará vigilando por él y que le dará cumplida noticia si se observa alguna cosa rara ahí fuera.

Esto es lo que puedo decir hasta el día de hoy respecto a este extraño incidente. El desconocido ha ido mejorando poco a poco, pero permanece muy callado, y parece inquieto y nervioso cuando en el camarote entra cualquiera que no sea yo. Sin embargo, sus modales son tan amables y educados que todos los marineros se preocupan por él, aunque han hablado muy poco con él. Por mi parte, comienzo a apreciarlo como a un hermano, y su constante y profundo dolor provoca en mí un sentimiento de comprensión y compasión. Debe de haber sido un ser maravilloso en otros tiempos, puesto que incluso ahora, en la derrota, resulta tan atractivo y encantador.

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