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—Sin embargo —dijo el Espantapájaros—, yo pediré un cerebro en vez de un corazón, pues un tonto sin sesos no sabría qué hacer con su corazón si lo tuviera.
—Yo prefiero el corazón —replicó el Leñador—, porque el cerebro no lo hace a uno feliz, y la felicidad es lo mejor que hay en el mundo.
Dorothy guardó silencio; ignoraba cuál de sus dos amigos tenía la razón, y se dijo que si sólo podía regresar al lado de su tía Em, poco importaría que el Leñador no tuviera cerebro y el Espantapájaros careciera de corazón, o que cada uno obtuviera lo que deseaba.
Lo que más la preocupaba era que ya quedaba muy poco pan, y una comida más para ella y para Toto lo agotaría por completo. Claro que el Leñador y el Espantapájaros no necesitaban alimento, pero ella no estaba hecha de hojalata ni de paja, y no podía vivir sin comer.
CAPÍTULO 6
EL LEÓN COBARDE
Dorothy y sus compañeros continuaban marchando por el tupido bosque. El camino seguía pavimentado con ladrillos amarillos, pero en aquellos lagares estaba casi enteramente cubierto por ramas secas y hojas muertas caídas de los árboles, de manera que no resultaba fácil caminar.